jueves, 1 de marzo de 2012

¿Por qué la ignorancia es felicidad? o ¿Existe un prejuicio cultural en la psicología?

De acuerdo con un estudio reciente
mientras menos se sepa de algo más feliz se es
A continuación transcribo varios fragmentos de la nota periodística que aparece en la página de internet http://www.pijamasurf.com/ sobre un estudio psicológico del que se da noticia a los lectores de dicho portal. El caso al que se alude es representativo de la manera como se reseñan investigaciones académicas en las secciones de salud de muchos medios de comunicación impresos o electrónicos. Estas referencias servirán como punto de partida para reponder a la siguiente pregunta:  ¿existe un prejuicio cultural en la psicología? Se trata de un ejercicio que, eso espero, ayudará a entender lo que está en juego en un campo de producción del conocimiento que privilegia el trabajo proveniente de los Estados Unidos.

La reseña de investigación empieza de la siguiente manera:
Un estudio reciente, publicado en la revista especializada Journal of Personality and Social Psychology de la Asociación Psicológica Estadounidense, investiga las implicaciones psicológicas de esa felicidad que algunos (o muchos) encuentran en la ignorancia, especialmente cuando se trata de problemas sociales que confrontan de algún modo su comodidad personal.
Una de las características que distingue a ese “género literario” en el que hoy en día se han convertido los reportes de investigaciones psicológicas tiene que ver con el contexto de producción en el tiene lugar la preparación y publicación de tales estudios. Tal y como lo ejemplifica el párrafo recién transcrito, el rito de paso al que deben someterse los investigadores en el área de la psicología está estrechamente vinculado con la posibilidad de publicar los hallazgos en una revista prestigiosa. ¡Tanto mejor si es editada por la Asociación Psicológica Estadounidense!
Este hecho, que en principio debería considerarse como un indicador de rigor científico, suele convertirse en una primera señal de alerta que permite detectar el prejuicio cultural del trabajo de investigación realizado en los Estados Unidos. Henrich, Heine & Norezayan (2010) y Arnett (2008) ofrecen una serie de datos que ayudan a estructurar el argumento. Para estos autores, el Journal of Personality and Social Psychology (en adelante JPSP) debería ser la publicación más interesada en rastrear las diferencias entre distintos grupos humanos –debido, entre otras razones, a su gran prestigio internacional-. No obstante, el JPSP suele pasar por alto las contribuciones académicas de países donde no se habla inglés. En sustento de esta aseveración, los autores citados señalan que por los menos el 65% de los primeros autores de los artículos publicados en los últimos años en el JPSP están afiliados a universidades estadounidenses (Arnett, 2008). Ese mismo estudio también reveló que en al menos el 68% de las muestras que sirvieron de base a las investigaciones presentadas estaban compuestas por personas residentes en los Estados Unidos.

Podría pensarse, sin embargo, que este patrón de centralización de la producción académica alrededor de los Estados Unidos se debe a la cantidad de recursos que en dicho país se dedican al trabajo de investigación en psicología. De acuerdo con esta idea, el dinero que se invierte en la investigación  determina la visibilidad e influencia de los trabajos publicados.




¿Existe un prejuicio cultural en la psicología contemporánea?
No obastante, la evidencia con la que se cuenta en relación con la circulación global de la información académica apunta en otra dirección. A diferencia a lo que ocurre con otras 19 disciplinas que fueron objeto de análisis en un sondeo realizado en 1997 (Henrich, Heine & Norezayan, 2010), en psicología el 70% de las citas que aparecen en los reportes de investigación provienen de trabajos realizados en los Estados Unidos. Esta es una cifra sorprendente si se tiene en cuenta que en otros campos del conocimiento (v.g., la física, la química, etc.) el porcentaje de citas procedentes de trabajos estadounidenses asciende al 37%.

Más adelante la nota periodística que se comenta señala:

El responsable de la investigación fue Steven Shepherd, de la Universidad de Waterloo en Ontario, quien realizó una serie de 5 experimentos, entre 2010 y 2011, con 511 voluntarios adultos tanto en Estados Unidos como en Canadá, en algo que se describe como “una reacción en cadena de la ignorancia de un tema a la dependencia y la confianza en que el gobierno maneje el asunto”.
¿Cómo se construyen las muestras que sirven de base de las investigaciones que se publican en revistas académicas? Este es un segundo aspecto sobre el que tanto Henrich, Heine & Norezayan (2010) como Arnett (2008) llaman la atención. Los datos recogidos en esta materia sirven para poner en duda la representatividad de los hallazgos de investigación que se reportan: el seguimiento que se hizo del JPSP mostró, por ejemplo, que alrededor del 67% de las muestras de las investigaciones allí publicadas estaban compuestas por estudiantes de pregrado de cursos de psicología en universidades estadounidenses.

La concentración de la actividad investigativa en el escenario específico de los Estados Unidos y los demás países del nor-atlántico supone la extrapolación de resultados obtenidos en paises que concentran tan solo 5% de la población mundial a la totalidad de la especie humana. Desde el punto de vista socio-demográfico lo anterior quiere decir que el conjunto de conclusiones que se presentan en términos de comportamientos o patrones universales no son otra cosa que el producto de trabajos que se concentran en estudiar sociedades Occidentales, Educadas, Industrializadas, Ricas y Democráticas (WEIRDS por las iniciales de esos términos en inglés (Henrich, Heine & Norezayan, 2010)), dentro de las cuales Estados Unidos y Canadá son dos ejemplos prototípicos.

La nota publicada en http://www.pijamasurf.com/ continua:
En el primer experimento, se reunió a los participantes que se sentían más afectados por la crisis económica, encontrando que al mismo tiempo procuraban evitar la información que cuestionaba la habilidad del gobierno para manejar la economía, aunque no la información positiva al respecto. A estas personas se les brindó información compleja sobre el funcionamiento de la economía y se intentó que saciasen sus dudas sobre el tema, en especial por qué esos procesos económicos les afectaban directamente. Aparte, un adiestramiento similar se llevó a cabo en un grupo de 58 canadienses (promedio de edad de 42 años, 20 hombres y 38 mujeres) a quienes también se les dio una descripción compleja de la economía para conocer los vínculos entre dependencia, confianza y evasión frente a la información.
La lectura cuidadosa del párrafo anterior pone en evidencia una de las características más comunes de la prosa psicológica: las personas que participan en los estudios se describen de forma tal que permita borrar (o pasar por alto) todas las diferencias económicas, sociales y culturales que, normalmente, distinguen a los individuos. Esta forma de construir a los sujetos de las investigación no es el resultado, claro está, del descuido o falta de rigor. Lo que está en juego, es uno de los elementos ideológicos más intrusivos del lenguaje psicológico contemporáneo; una forma de imperialismo académico que permite la ampliación de los resultados de investigación más allá de los límites nacionales en los que inicialmente se hizo el trabajo (Henrich, Heine & Norezayan, 2010).

Pero la reseña no para ahí. Al hablar sobre la interpretación de los resultados del estudio sobre por qué la ignorancia es felicidad se dice:  
Uno de los investigadores que participaron en el estudio, Aaron C. Kay de la Universidad de Duke, se dice sorprendido de que frente la respuesta previsible de recelo a que otra persona sepa manejar algo que parece tan complejo, muchos prefieran desentenderse de asunto de dicha índole, dejando todo, como en este caso, en manos de la autoridad gubernamental. “Al final, ellos evitaron aprender sobre el tema porque eso podría quebrantar su fe en el gobierno”.
En el resto de los estudios, más o menos en la misma tónica, se jugó además con el tipo de información que se ofrecía a los participantes, a veces información más simple y otras igualmente especializada, resultando un efecto parecido: la gente con datos complejos sobre un tema opta por depositar en el gobierno toda su confianza más que quienes tienen información simple.
En ninguno de los dos párrafos anteriores hay referencia alguna a elementos contextuales que permitan entender las condiciones que influyen en el comportamiento de los participantes. Se trata de una postura que ejemplifica el reduccionismo deliberado de creer que los procesos psicológicos son asuntos que tienen lugar “en la cabeza de las personas” con independencia de las condiciones sociales y culturales en las que viven. Autores como Hutchins, entre otros, (1995) no ha dudado en caracterizar esta perspectiva como claramente viciada (flawed).

La conclusión a la que arriba la reseña sirve como síntesis de los comentarios hechos:
Ciertamente la investigación no es conclusiva, pero sin duda ofrece una idea de la actitud que muchos toman frente temas que, por alguna razón, desafían en algo su estabilidad personal. La respuesta ante la información especializada, sin embargo, es un tanto sorprendente, pues quizá lo previsible sería que más datos sobre un asunto despierten más curiosidad sobre este e incluso cierto grado de compromiso. Pero, al menos en estas pruebas, ocurre justamente lo contrario a partir del desamparo que algunos experimentan frente a lo que no comprenden.
¿Quiénes son los muchos de los que se habla aquí? ¿Toda la humanidad? ¿La comunidad universitaria estadounidense? Hoy en día, pasar por alto las estructuras culturales que tipifican la conducta, el pensamiento y los sentimientos es una seña de imperialismo académico –en el mejor de los casos- o franco desinterés por el 95% de la población mundial. Ese parece ser el caso de la reseña periodística comentada.

Referencias:

-Página web: http://pijamasurf.com/2011/12/estudio-psicologico-investiga-por-que-la-ignorancia-es-felicidad/ consultada el 1 de marzo de 2012.
-The weirdest people in the world? Joseph Henrich, Steven Heine & y Ara Norezayan, 2010. Behavioral and Brain Sciences, pp. 1-75.
-The Neglected 95%. Why American Psychology Needs to Become Less American. Jeffrey Arnet, 2008. American Psychologist, pp. 602-614.
-Cognition in the Wild, Edwin Hutchins, (1995). Capítulo 9: Cultural Cognition. The MIT Press.

¿Qué es cultura? (dos o más definiciones de cultura)


El Diccionario de la Lengua Española señala que cultura es el conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico, industrial, en una época o grupo social. En el idioma inglés, al menos tal y como aparece en el Diccionario Webster, existe una acepción semejante, según la cual, la cultura guarda relación con the costumary beliefs, social forms, and material traits of a racial, religious, or social group.


Este tipo de definiciones asumen que la cultura es una lista de habilidades y cosas que tienen un valor social evidente. Sin embargo, no queda claro qué es lo que se debería considerar como cultura: ¿hablamos de las destrezas adquiridas que permiten la creación o la identificación de objetos y escenarios culturales? De acuerdo con esta versión, la cultura se expresa en las capacidades mentales que hacen posible la creación de las obras de arte, de las leyes, de las danzas, de las tradiciones, etc. 

Existe, sin embargo, otra versión plausible de lo que es la cultura que alude al conjunto de objetos que hacen parte de la estructura de una sociedad. En este caso, la cultura son las danzas, las leyes y las obras de arte en tanto productos de la interacción social.

La tensión entre diferentes versiones de lo que es la cultura no es un asunto nuevo. Alrededor de 1871, Taylor ya sugería una noción esencialmente materialista de la cultura en términos de un todo complejo que incluye el conocimiento, las creencias, el arte, la moral, el derecho, las costumbres y, en síntesis, todas las habilidades y hábitos que el hombre adquiere como miembro de la sociedad. Casi un siglo después, Goodenough (1957) ponía énfasis en las capacidades mentales que servían de motor a las expresiones culturales. En su opinión, la cultura es todo lo que uno debe saber para desempeñar apropiadamente cualquiera de los roles que distinguen a los miembros de una comunidad determinada.

Al pasar revista por estas definiciones, Edwin Hutchins señala que el énfasis en las capacidades mentales –que podría llamarse idealismo-, o en una lista de objetos socialmente representativos –que constituye una forma de estructuralismo- pierde de vista lo que es característico de la idea de cultura, es decir, la verificación de un proceso adaptativo que recoge distintas soluciones (siempre parciales) a problemas recurrentes en la vida social. ¿Qué está en juego al caracterizar la cultura de esta manera?  

La cultura como proceso pone en el centro de atención al ser humano. De lo que se habla, entonces, es de un proceso cognitivo, típicamente humano, en el que no tiene sentido hacer una distinción entre lo que ocurre dentro y fuera de la mente de los individuos. Lo que propone Hutchins, en consecuencia, es una visión integrada de la cognición humana en la cual uno de los componentes fundamentales de la cultura se expresa a través de procesos cognitivos y, del mismo modo, señala que la cognición es un proceso cultural. 

En términos simples, el telón de fondo tras estas ideas resalta que cualquier intento por entender al individuo debe partir de un análisis serio y detallado de los procesos culturales que determinan a los seres humanos.


Otra discusión interesante que se desprende en este contexto tiene que ver con la relación que existe entre la biología y la cultura. Algunos suelen pensar el primer paso para entender la especie humana va de la mano del estudio de los procesos biológicos que la distinguen de todos los demás seres del universo. En este escenario, la cultura tiene un papel secundario y subordinado a los datos que los experimentos sobre la naturaleza y sus confines pueden brindar.

Por otra parte están quienes consideran que la división entre un ser humano biológico y un ser humano cultural no tiene ningún sentido, pues hombres y mujeres participan en uno y otro reino y lo que los define como tales es esta dualidad que sobrepasa los límites de la naturaleza para entremezclarse en los terrenos de la cultura. Al respecto, vale la pena prestar atención a lo que dice E. Morin.



Referencias:
Edwin Hutchins, Cognition in the Wild. The MIT Press, Cambridge, 1995

¿Por qué me interesa la psicología y su relación con la cultura?

Esta no es una pregunta fácil. Después de todo, uno de los propósitos de este curso es explorar, con algún detenimiento, la relación que existe entre la psicología y la cultura. Por esa razón, lo que me propongo hacer en esta entrada es expresar mi interés en la relación que veo, por ahora intuitivamente, entre la cultura y la psicología. 


Los seres humanos somos animales de nuestro propio tiempo. Eso quiere decir que aquellas cosas que definen nuestra personalidad están íntimamente ligadas al contexto social en el que vivimos. Dicho de otra manera: todo lo que sabemos de nosotros mismos está ligado a las circunstancias en las que se desarrolla nuestra experiencia vital. El fundamento sobre el que se basa esta idea parte de reconocer que los procesos psicológicos que nos caracterizan (es decir, las cosas que nos hacen sentir bien, la forma como recordamos el pasado, la creatividad para inventar nuevas cosas, etc.) no se dan en el vacío de nuestra mente sino en el rico escenario de nuestras actividades. 

Ahora bien: la interacción que se da entre dichos fenómenos psicológicos y el contexto en el que vive cada individuo (histórico, social, cultural) se articula como un proceso. La inserción de los seres humanos en el mundo social es paulatina. El desarrollo de los procesos psicológicos también lo es. La confluencia de estos dos procesos, que se encarga de ir perfilando la identidad del individuo, es lo que más me llama la atención de un curso que explora la relación entre la cultura y la psicología. En síntesis, una inmersión en las diferentes maneras como se desenvuelve la cultura se convierte en la puerta de entrada para entender a los seres humanos.

Una presentación personal

 
Mi nombre es Juan López y soy abogado. Desde hace un par de años estoy estudiando en el doctorado de psicología en la Universidad de Los Andes. Las razones por las cuáles tomé esa decisión son múltiples, pero solo voy a hablar de una que es muy importante para mí. 

Como abogado me he encontrado en varias situaciones en las que lo que sé acerca del derecho no ha sido suficiente para entender los problemas por los que pasa la gente. En consecuencia, muchas veces no he podido ayudar a las personas con la que he trabajado de la manera como las circunstancias lo requieren.

 La primera vez que me di cuenta de esto me dejó marcado para siempre. Yo había acabado de terminar una maestría (LLM) en una famosa universidad de los Estados Unidos. Durante un año me dediqué a estudiar y a entender el significado de los derechos económicos, sociales y culturales –por ejemplo, la salud o la vivienda-. Mi interés era (y todavía es) poder conectar las palabras del derecho con las necesidades de comunidades más pobres.


Tal vez por esa razón, una vez terminé mis estudios decidí trabajar en una organización de inmigrantes hispanos y me quedé un año y medio más en la ciudad de Boston. Pensé que esa era una buena oportunidad para crear un curso de derecho popular donde las personas interesadas pudieran aprender, en español, los derechos que tenían así no fueran ciudadanos americanos. Me presenté en la oficina de la directora del centro y le conté mi idea. Ella me respondió que la organización no tenía suficientes recursos para desarrollar mi propuesta, pero me dijo que estaba necesitando un profesor de inglés básico para trabajar con inmigrantes provenientes de El Salvador.

No lo pensé mucho y acepté la oferta. Después de todo, se me ocurrió, esa podía ser una buena oportunidad para, poco a poco, ir hablando de los derechos laborales de los trabajadores en los Estados Unidos. Esa es una forma de protección que tiene todo el mundo: indocumentados o no.

En la primera clase les pedí a mis estudiantes que se presentaran y contaran en dónde trabajaban. La mayoría recogía platos sucios en restaurantes. Otros se encargaban de cumplir varias tareas en las cocinas. ¡Magnífico! Tarde o temprano vamos a poder hablar, así sea un poquito, sobre derechos laborales. 

Inmediatamente después repartí unas hojas de colores y pedí que cada persona escribiera, como pudiera, palabras que hubiera oído en inglés y que quisiera aprender qué significaban en español. Cuando recogí las hojas no pude contener mi impresión al ver el papel que me entregó Margarita. En esa época, Margarita era una mujer de 19 años de edad que trabajaba lavando platos en un restaurante. En su papel había escrito lo siguiente:

Ay jei yu


 
No me tomó tiempo entender que ella quería saber el significado de la expresión que en ingles se escribe: “I hate you”. Antes de decir cualquier cosa, le pregunté a Margarita cómo y dónde había oído esas palabras. Ella contestó que eso era lo que le decía su jefe algunas veces que ella terminaba su trabajo temprano y pedía permiso para irse a casa. Yo guardé silencio por un momento. 

Inmediatamente comprendí (y todavía lo creo) que nada de lo que yo haga como abogado tiene mucho sentido si no soy capaz de comprender el mundo emocional y cultural en el que viven mis clientes. Con frecuencia, la mejor ayuda que puede prestar un experto no tiene que ver con su capacidad para citar las leyes que se aplican en un caso. Lo primero que hay que hacer es poder entender las emociones que están en juego y lo que las personas quieren. 

Muchas veces, el derecho no ofrece una buena respuesta; en el mejor de los casos, esa respuesta es siempre incompleta.